Soy oriundo y tan peruano como la papa, el maní, el pallar o el algodón. Y aunque esto es así, debemos tomar en cuenta cuáles son las evidencias que me respaldan.

Primero que nada, me representaron en huacos, los que datan de épocas remotas. Así, estoy representado en vasijas de cerámica ("huacos") de las culturas Mochica, que va del año 0 al 700 d.C., Lambayeque (también llamada Sicán), entre el 700 y 1100 d.C., en la cultura Chimú (sucesores de los Mochicas), entre el 900 al 1450 d.C., en la cultura Chancay (al norte de Lima, entre los años 900 a 1450 d.C.) e Ychsma (en Lima y Lurín entre los años 900 a 1450 d.C.) y, por supuesto en huacos de los Incas (1450 a 1532 d.C.).

El Viejo Señor de Sipán fue mi amigo, él era el curaca (gobernante) de los mochicas y ancestro del mundialmente conocido Señor de Sipán. Mi amigo, el Viejo Señor, gobernó a los mochicas de la región de Lambayeque hacia el siglo I de nuestra era. Lo enterraron acompañado de muchas riquezas entre las que destacan joyas de oro, plata, mullu y huacos representándome. Su tumba fue excavada por el arqueólogo Walter Alva quien ha escrito que "entre el numeroso ajuar que acompañó al Viejo Señor al mundo de los muertos se encuentran 13 ejemplares de huacos con la representación zoomorfa de un canino de hocico levantado, orejas y ojos remarcados con aparentes arrugas" agregando después: “Por sus características el perro representado correspondería al nativo sin pelo, animal de temperatura caliente tradicionalmente criado para fines medicinales y de abrigo”. Los huacos con mi efigie fueron colocados a ambos lados de su cuerpo para representar que lo acompañaría y calentaría en la vida eterna tal y como lo hice en la vida terrenal.